Después de nuestro viaje por la Laponia finlandesa, no podíamos abandonar el país sin pasar unos cuantos días en la capital, ciudad europea con mucha historia y algunos lugares icónicos de la cultura del país.
En nuestros tres días por Helsinki tuvimos la oportunidad, no sólo de descubrir los monumentos más icónicos de la ciudad, sino también de probar sus cafeterías con encanto, pasear por zonas no tan conocidas y explorar puntos que no son nada turísticos.
Catedral de Helsinki
El primer día en la capital de Finlandia comenzó bastante temprano porque nuestro objetivo era dar un paseo y conocer los principales puntos de interés cultural de la ciudad.
En primer lugar nos dirigimos a la Plaza del Senado, con la icónica estatua de Alejandro II en el centro, un personaje con una relevancia especial en la historia del país. Subimos la escalinata, desde la cual hay una panorámica inmejorable de la zona del puerto, para dirigirnos al interior de la Catedral de Helsinki.
Esta catedral, donde se celebra el culto luterano, se caracteriza por una gran sobriedad en su interior, con paredes completamente pintadas de blanco. El principal elemento decorativo (y casi el único), es un enorme órgano.
Desde allí nos dirigimos a la catedral Ortodoxa, ubicada en un punto alto de la ciudad desde la que tener otra panorámica del puerto. Con sus paredes de ladrillo rojo y sus trece cúpulas doradas, es uno de los edificios más icónicos de la ciudad.
Pero lo que realmente merece la pena es entrar en el interior y disfrutar de sus frescos, tapices y rica decoración por todos los puntos imaginables. Una gran contraste con la catedral luterana de la ciudad.
Bajamos dando un paseo hasta la Sauna del Puerto, bastante concurrida incluso a primera hora de la mañana. Claro reflejo de la importancia de la sauna en la cultura finlandesa.
Catedral Ortodoxa de Helsinki
Biblioteca Central Oodi
El paseo nos lleva hasta la fuente de Havis Amanda, un punto icónico de todo el país, donde se juntan los finlandeses para celebrar los grandes triunfos deportivos e históricos. Justo esta fuente se encuentra al inicio de Esplanadi, un largo parque con bastante encanto y que conecta algunas de las calles más importantes de la ciudad.
Nuestro paseo nos llevaría hasta la imponente estación de trenes, con sus dos grandes esculturas custodiando la entrada. Por curiosidad bajamos a la red de túneles que hay por toda la ciudad y que conectan multitud de puntos. Cuando hace frío, la gente de Helsinki suele reunirse allí para resguardarse del mal tiempo.
Y como habíamos leído que era un punto bastante singular de la ciudad, caminamos hasta la biblioteca central Oodi.
Esta biblioteca reinventa el concepto de estos edificios debido no sólo a la arquitectura vanguardista, sino porque en ella encontramos un centro neurálgico de la ciudad. Hay mesas para jugar al ajedrez, salas de cine y de música, así como sofás delante de grandes cristaleras a través de las cuales ver a los transeúntes pasar.
Playa helada de Hietaniemi
Monumento a Sibelius
Después de descansar un rato, nos dirigimos a la plaza de Kansalaistori, desde donde se tiene una perspectiva privilegiada del parlamento, de la biblioteca y del auditorio.
Como queríamos probar la gastronomía finlandesa, nos dirigimos al Ku, uno de los restaurantes más famosos de la ciudad donde degustamos la mejor sopa de salmón de todo el viaje, así como un reno y una trucha árticos exquisitos.
Después del almuerzo nos dirigimos al Parque Sibelius, con el monumento a Sibelius, una obra de arte compuesta por cilindros metálicos con grabados y formas. A pesar del frío que hacía, dimos un paseo por todo el parque y los alrededores, caminando hasta la Iglesia de Piedra, una iglesia construida dentro de la roca y con una acústica y una arquitectura inigualables. Uno de los puntos más interesantes de toda la ciudad.
Cuando empezó a atardecer y el sol se iba, nos dirigimos a la playa de Hietaniemi, uno de los lugares más concurridos por los locales que quieren salir a pasear o a correr. Nos sorprendió encontrar que todo el mar permanecía helado e incluso nos atrevimos a caminar por las placas de hielo de la orilla. Una experiencia que nunca antes habíamos vivido.
Cuando ya había anochecido, decidimos tomar algo en el Cafe Regatta, una pequeña cabaña de madera que funciona como una acogedora y encantadora cafetería, donde poder tomar un café y algunos de los dulces más típicos de la ciudad, como el Korvapuusti. nos sorprendió ver que había bastantes locales dentro del cafe, e incluso fuera, alrededor de una pequeña candela.
Exterior del Cafe Regatta
Interior del Cafe Regatta
Habíamos leído que uno de los puntos más interesantes de todo Helsinki, tanto cultura como históricamente, es Suomelinna, así que en nuestro segundo día en la capital decidimos visitarla.
Antes de coger el ferry que nos llevase, desayunamos en Fazer, una chocolatería muy típica de todo el país, donde pudimos probar el chocolate más famoso de todo Finlandia, así como algunos dulces típicos.
Con las pilas cargadas nos dirigimos al puerto para tomar el barco que nos dejase en la histórica fortaleza de Suomelinna, que ocupa un archipiélago entero frente a la costa de la ciudad.
Escaparate de la Chocolatería Fazer
Nada más bajarnos del ferry, nos dirigimos al centro de visitantes, donde cogimos un mapa que nos marcaba los puntos más importantes, como la Iglesia o el dique seco. Si quieres más información, tenemos el siguiente artículo: ¿Qué ver y hacer en Suomelinna?. Nosotros estuvimos cerca de tres horas paseando y conociendo las distintas islas que la forman. Nos gustó especialmente la zona de las baterías, desde donde tienes una bonita perspectiva del mar de alrededor.
Además, muchos edificios, que antaño fueron cuarteles militares, se encuentran en perfecto estado. Si eres un amante de la historia te encantará la visita.
Cogimos el ferry de vuelta a la ciudad. Os recomendamos que os coloquéis justo en la proa del barco, a pesar de que pueda hacer mucho frío y viento, ya que así tendréis una panorámica increíble de la ciudad mientras el barco va llegando al puerto.
Entrada a la fortaleza de Suomelinna
Dique seco
Nada más desembarcar nos dirigimos al sur de la ciudad para conocer el parque de Tähtitorninvuori y la Catedral de San Enrique de Helsinki, una pequeña iglesia ricamente decorada en su interior y donde puedes resguardarte de las inclemencias del tiempo. En el paseo que hay desde este templo hasta el parque de Kaivopuisto, están todas las embajadas, grandes edificios señoriales que le dan un toque elegante a esta zona de la ciudad.
Nos gustó especialmente el parque de Kaivopuisto, mucho más cuidado que el parque Sibelius y con varios montículos desde donde se puede ver Suomelinna. Dimos un paseo por el paseo marítimo del sur de la ciudad hasta llegar al Art Wall, un extenso muro decorado con multitud de grafitis. La gran mayoría son una verdadera obra de arte, con imágenes muy detalladas o disruptivas, que muchas veces contienen una crítica social por detrás.
Desde allí decidimos volver al centro de Helsinki, pasando por la calle Huvilakatu. Habíamos leído que era un centro vibrante y que merecía la pena ser visitado. Sin embargo no nos llamó mucho la atención. Las casas de colores le daban un aspecto encantador, pero no tenía nada más de especial.
Vistas desde el parque de Kaivopuisto
Iglesia de San Juan
El paseo siguió por la zona sur de la ciudad hasta llegar a la Iglesia de San Juan, un imponente templo con unas altas torres que destacan entre los edificios de alrededor. Al lado de la iglesia había una pista de hielo donde los locales patinaban y practicaban deportes como baile o hockey.
Cuando el hambre empezó a apretar, decidimos cenar en un nepalí. Todo Helsinki está repleto de restaurantes nepalíes e indios debido a la gran cantidad de inmigrantes de esta procedencia que hay por toda la ciudad. Si tenéis la oportunidad, merece mucho la pena probar uno de estos restaurantes, ejemplo de que la ciudad es cosmopolita y multicultural.
Iglesia de Madera
Nos había gustado tanto la chocolatería Fazer, que el último día en Helsinki comenzó yendo allí para comprar algo de desayuno para llevar.
Queríamos aprovechar para conocer toda la zona de Kamppi-kampen, así como algunos de los puntos de interés que aún no habíamos conocido.
En concreto, nos dirigimos en primer lugar a la plaza de la estación de trenes, una amplia extensión de terreno donde la estatua de Aleksis Kivi es la verdadera protagonista.
Desde allí volvimos a la plaza Kansalaistori ya que había sido uno de nuestros puntos favoritos de toda la ciudad, disfrutando de la panorámica que nos ofrece de edificios tan importantes como la biblioteca, el parlamento o el auditorio de música.
Seguimos paseando hasta llegar a la Iglesia de Madera. Esta estructura vanguardista nos sorprendió porque no es realmente una iglesia donde celebrar un culto de una religión determinada, sino que es un espacio creado para la meditación y la introspección. Un remanso de paz en medio del caos que supone una gran ciudad.
Después de hacer una breve visita por el cercano centro comercial de Kamppi, nos dirigimos a la terraza del Solo Sokos Hotel Torni. Con acceso gratuito, permite tener las mejores vistas panorámicas de toda la ciudad. Recomendamos subir el último día para poder intentar adivinar cuáles puntos de la ciudad se han visitado y tener una perspectiva distinta de los mismos.
Volvimos a cruzar Esplanadi para acercarnos a la Plaza del Mercado de Helsinki y tomar una sopa de salmón. La verdad es que nos defraudó un poco. En otros mercadillos y restaurantes de la ciudad está mucho más rica.
Museo de Arte Ateneum
Vistas desde la terraza de Solo Sokos Hotel Torni
Nuestro último paseo de la ciudad lo hicimos por la zona de Katajanokka, una isla conectada al resto de la ciudad por un pequeño puente. Allí volvimos a visitar la impresionante catedral ortodoxa y descansamos en el parque de Laivastopuisto. Volvimos dando un paseo por el paseo marítimo, desde donde teníamos unas vistas increíbles de la fortaleza de Suomelinna y con las que nos despedimos de Helsinki.