Durante nuestros 6 días en Egipto tuvimos la oportunidad de disfrutar de aguas de las mayores maravillas del mundo antiguo como las pirámides de Guiza o la gran esfinge, alternando las largas jornadas llenas de historia con momentos de calma surcando el Nilo o disfrutando del caos reinante entre las antiguas calles de El Cairo.
Jeroglíficos en el Valle de los Reyes
Con independencia de la época en la que visites Egipto, hay una cosa que te puedo asegurar: va a hacer calor.
Es por ello que todos los días comenzaban bastante temprano, con el fin de evitar las horas de máximas temperaturas.
Nuestro viaje por Egipto comenzó en Luxor, antiguamente conocida como Tebas.
Y nuestra primera parada fue el impresionante Valle de los Reyes, una impresionante necrópolis excavada en la roca y donde se enterraron más de 60 faraones. La gran mayoría fueron saqueadas por los mismos constructores que las hicieron, una vez que los faraones no llegaron a pagarles lo que les habían prometido.
Entre los faraones que fueron enterrados allí, se encuentran algunos tan conocidos como Tutankamón, Ramsés II o Tutmosis III.
Jeroglíficos del Valle de los Reyes
Templo de Hatshepsut
Nada más llegar al Valle de los Reyes, me sorprendió descubrir que las áreas funerarias se hallaban excavados bajo tierra. Para acceder al lugar donde se encontraría el sarcófago, había que bajar por unas rampas o espaleras, rodeadas de paredes perfectamente conservadas y ricamente decoradas con jeroglíficos de todos los colores.
Visitamos tres tumbas: las de Ramsés II, Ramsés IV y Amenmeses, que me sorprendieron por las increíbles imágenes del Dios Horus. Mi favorita fue la de Ramsés II, perfectamente conservada y colorida.
Nuestra siguiente parada fue el Templo de Hatshepsut, una de las maravillas más singulares de todo Egipto. Hatshepsut reinó como faraona y, para legitimarse, adoptó atributos masculinos, como la barba.
El templo es una colosal obra arquitectónica, impresionante por su perfecta simetría, las columnas con forma de colosos que hay a la entrada y un interior mágico. Desde la planta alta hay unas impresionantes vistas del río Nilo y, si hay suerte, de los globos aerostáticos que sobrevuelan la ciudad. Lo único que no nos gustó del templo es que se encuentra completamente restaurado y apenas se ven cosas de como eran en la antigüedad.
Colosos de Memnón
Obelisco y coloso del Templo de Luxor
La siguiente parada del día fue una pequeña construcción a la entrada del Valle de los Reyes en la que pudimos ver en primera persona cómo se trabaja a día de hoy con el alabastro, para fabricar algunas de las piezas y souvenirs que verás a lo largo de todo el viaje: el escarabajo de la suerte, esfinges, pirámides o faraones.
Desde allí y apenas a 5 minutos en coche, se encuentran una serie de recintos funerarios a orillas del río Nilo, con una importancia histórica descomunal, como son el Ramesseum, el templo funerario de Amenofis III o los colosos de Memnón, donde hicimos una parada para disfrutar de estas inmensas construcciones de piedra, representación del faraón Amenhotep II.
Antes de que el calor apretase, nos dirigimos a dos de las construcciones más importantes de todo Luxor: Los templos de Luxor y de Karnak.
El Templo de Luxor, dedicado a Amón-Ra, dios del Sol, es uno de los más espectaculares y mejor conservados de todo Egipto. Tiene una impresionante fachada con dos colosos esculpidos en una única pieza de granito negro y un obelisco de grandes dimensiones. En su interior podrás descubrir, entre otros, una de las primeras mezquitas de todo Egipto, hileras de columnas enormes, restos del paso de cristianos por la zona y una cámara dedicada a Alejandro Magno.
Una visita indispensable en tu viaje por Egipto.
Sala de columnas del Templo de Karnak
Si tienes tiempo, merece la pena pasear entre sus columnas, disfrutar de la majestuosidad del templo. Te recomiendo, además, que observes detenidamente el paseo de las esfinges. Un camino de 3 km de largo, custodiado por más de 2000 esfinges y que conecta los Templos de Luxor y de Karnak.
Este último sería nuestra última parada del día.
El Templo de Karnak es uno de los complejos religiosos más grandes de todo el mundo. Fue uno de los puntos de culto más importantes del dios Amón.
Es famoso por su impresionante sala de columnas, descomunales y con unos jeroglíficos que se encuentran en perfecto estado. También podrás ver algunos obeliscos por todo el recinto y uno de los pocos lagos sagrados usados por los sacerdotes en la antigüedad.
Si te sobra el tiempo, te recomiendo que des 7 vueltas en torno al escarabajo de la suerte para pedir un deseo y que se cumpla.
Cuando el calor apretó, volvimos a la motonave para descansar y ver cómo comenzábamos a movernos por el Nilo, sin duda una de las mejores experiencias de todo el viaje.
Y es que ver cómo el barco atravesaba las aguas de uno de los ríos más importantes del mundo y disfrutar del contraste de sus orillas, que pasaban de una frondosa vegetación a un árido desierto en apenas metros, fue una de las cosas que más nos gustó del viaje.
El resto del día lo pasamos dentro del barco, disfrutando de las vistas que teníamos desde la terraza y de un precioso atardecer, viendo cómo el sol se escondía entre los juncos.
Después de estar navegando toda la noche por el Nilo, llegamos bien pronto a Edfú, una ciudad al sur de Egipto, famosa por su impresionante Templo de Horus, el que sería nuestra primera parada del día.
Nada más llegar al recinto, nos sorprendió la magnífica fachada, con unas representaciones perfectamente definidas del dios Horus y un estado de conservación inmejorable. Y es que durante décadas estuvo escondido bajo tierra, debido a su cercanía al desierto, lo que permitió que, al desenterrarlo, se descubriesen jeroglíficos y columnas en un estado inmejorable.
Nada más atravesar la entrada, custodiada por dos figuras de halcón, llegamos a un amplio patio interior con hileras de columnas en los laterales, donde se realizaban ceremonias públicas.
Patio interior del Templo de Edfú
Aunque sin duda, mi lugar favorito del templo se encontraba al entrar en la sala hipóstila, llena de columnas y con un techo cerrado, un lugar solemne y con grabados muy diversos.
Al ir entrando en más salas, la oscuridad se va convirtiendo en solemnidad, hasta llegar a la representación de lo que sería el barco sagrado o nave solar, usado para transportar una figura del dios Horus durante las procesiones.
Merece mucho la pena perderse en las salas donde guardaban las ofrendas y salir al exterior para bordear las murallas interiores del templo. Aunque a lo largo del viaje vimos templos que me gustaron mucho más, sin duda el de Edfú no deja indiferente a nadie.
Imágenes de las orillas del Nilo y de la entrada al Templo de Horus en Edfú
Cuando el calor apretó, volvimos a la motonave para seguir navegando por el Nilo, sin duda una de las mejores experiencia del viaje. El tramo que conecta Edfú con Asuán me pareció el más bonito, con tramos de desierto intercalados con frondosa vegetación y pequeños poblados a orillas del río donde podrás ver a la gente descansar y a los niños jugar.
Pasamos gran parte del día disfrutando de las vistas hasta que, bien entrada la tarde, hicimos parada en el templo de Kom Ombo, que se encuentra a orillas del río Nilo y que tiene la particularidad de estar dedicada a dos dioses: El dios Sobek y el dios Horus.
Para mí fue sin duda uno de los mejores templos que vimos en todo el viaje. En primer lugar por la espectacular fachada que se encuentra tan bien, que muchos jeroglíficos conservan aún su color. En segundo lugar, tiene representaciones con un valor histórico excepcional: útiles de medicina de la época, calendarios anuales con las tareas que debían realizar los sacerdotes cada día ... Finalmente, tiene varias salas con unas impresionantes columnas que teletransportan en el tiempo.
A la salida del templo podrás ver un grupo de cocodrilos momificados, lo que le da un toque exótico a la visita.
Interior del Templo de Kom Ombo
Sala de columnas del Templo de Kom Ombo
Antes de la puesta de sol volvimos al barco para disfrutar de los últimos rayos de sol del día navegando rumbo a Asuán.
Si tienes suerte, podrás ver ver a la luz del día cómo se atraviesa una presa y se sube a una zona del río más alta. Una experiencia alejada de la cultura y la naturaleza, puramente ingenieril, pero espectacular e interesante al mismo tiempo.
El tercer día de viaje comenzó bastante pronto: A las 2 de la mañana. Y es que nos esperaba una de las excursiones más especiales de todo el viaje: Abu Simbel.
Esta maravilla arquitectónica se encuentra en el interior del país, a orillas del Lago Nasser, en la zona de Nubia y lo mandó construir Ramsés II, uno de los faraones más importantes en la historia de Egipto.
A pesar de que se encuentra a varias horas en coche de la orilla del Nilo, mereció mucho la pena madrugar para poder disfrutar del amanecer nada más llegar al templo y ser de los primeros en ver cómo las luces de la mañana llenan de color el recinto.
Hay dos grandes templos que se pueden visitar: El principal, con una imponente fachada con cuatro colosos de Ramsés II custodiando la entrada, y un templo secundario dedicado a Nefertari, la esposa favorita del faraón.
Entrada del Templo de Abu Simbel
En el interior del primer templo pudimos disfrutar de unas magníficas imágenes que representaban grandes batallas ganadas por el faraón, mientras que el de Nefertari tenía más representaciones religiosas y de la vida cotidiana.
Una curiosidad sobre Abu Simbel es que el templo fue rescatado de las profundidades del lago y vuelvo a construir piedra sobre piedra, una proeza ingenieril y arquitectónica digna de mención.
Abu Simbel es una visita imprescindible si vienes a Egipto, aunque en mi opinión, hay templos mejor conservados y más espectaculares por todo el país.
Entrada del Templo de Nefertari
Grabados del interior de Abu Simbel
Después de varias horas de vuelta, regresamos a Asuán, donde pudimos ver la antigua presa, una descomunal construcción que permite controlar el caudal del Nilo y evitar las épocas de crecida. También nos llamó la atención ver los contrastes de la ciudad, atravesando zonas muy cuidadas, y zonas muy dejadas, muestra del desequilibrio económico de la sociedad egipcia.
Después de descansar, comenzamos con el plan de tarde. En primer lugar dimos un paseo en faluca, un barco típico de vela, que nos llevó entre rocas y juncos atravesando zonas preciosas del Nilo y regalándonos unas postales increíbles del río y sus contrastes.
Después nos dirigimos a una lancha motora con la que exploramos pequeños caminos que va haciendo el Nilo entre los juncos y las rocas. Hicimos una breve parada en la orilla para darnos un baño y poder hacer el check de haber nadado en uno de los ríos más importantes del mundo.
Paseo en Faluca, barco de vela típico de Egipto
Panorámica desde la cima del pueblo Nubio
Una vez refrescados, nos dirigimos al pueblo Nubio para pasear entre sus calles y entrar en una casa típica, donde vimos cocodrilos. Una experiencia única que nos permitió ver un Egipto más colorido y auténtico, algo diferente de los templos que habíamos disfrutado hasta el momento. Lo mejor fue sin duda, subir con unas motos hasta el punto más alto de una montaña aledaña, donde conseguimos una de las mejores vistas del río Nilo de todo el viaje. Sólo por eso mereció la pena.
Y antes de que atardeciese, nos dirigimos al centro de Asuán para poder conocer algunos de sus lugares más emblemáticos.
La primera parada fue el obelisco inacabado. La segunda fue la gran mezquita de Asuán, que se alzaba imponente en el centro de la ciudad y con unas vistas espectaculares de los alrededores. Finalmente dimos un paseo por el mercado, que a esas horas no estaba demasiado concurrido, pero que era un espectáculo de colores y olores y un contraste con todo lo visto hasta el momento.
Templo de Philae
Cada templo tenía algo diferente y especial que hacía que mereciese la pena conocerlo.
En nuestro cuarto día de viaje por Egipto, tuvimos la suerte de madrugar para ver el amanecer desde el Nilo mientras íbamos en una lancha, camino al templo de Philae.
El templo de Philae, dedicado a la diosa Isis, es una de las construcciones más impresionantes de todo el país de los faraones. Y no es para menos. Sus paredes se yerguen sobre una pequeña isla en mitad del río Nilo.
La vista con las primeras luces del día no dejan indiferente a nadie. Los colores cálidos y su increíble fachada, con unas representaciones perfectamente conservadas del dios Horus, son de lo mejor que puedes encontrar.
Y si bien su patio interior es bastante pequeño, la sala de columnas consigue que sientas a la vez la majestuosidad y la solemnidad del lugar.
Una de las habitaciones más llamativas de todo el templo, que se encuentra al fondo del mismo, alberga un pequeño altar que, según cuentan, alberga poderes especiales, conectando el mundo de los vivos con el de los muertos.
Si tienes tiempo para dar un paseo, cosa que recomendamos encarecidamente, merece mucho la pena salir del templo y recorrer el resto del recinto, para pasear por el interior del Quiosco de Trajano, un pabellón construido por el emperador Trajano, con una silueta abierta y armoniosa y unas vibrantes vistas del río Nilo. Desde allí podrás tomar una de las mejores postales de todo el viaje.
Entrada al Quiosco de Trajano
Fachada del Templo de Philae
Después de pasar gran parte de la mañana recorriendo el templo de Philae, volvimos al barco para descansar, recoger y dirigirnos al aeropuerto, donde cogeríamos un vuelo rumbo a El Cairo.
La capital de Egipto te acoge con los brazos abiertos. Y lo primero que te llama la atención es el caos de sus carreteras, donde los coches cruzan indiscriminadamente de carril. Nada más entrar en la ciudad, tuvimos la oportunidad de ver desde lejos algunos de los puntos más interesantes de la ciudad, como son la ciudadela de Saladino, la ciudad de los muertos o el mercado de Khan El Khalili, los cuales visitaríamos los días posteriores.
Como ya había anochecido, nos dirigimos a una terraza cercana a las pirámides, desde donde pudimos disfrutar del espectáculo de luces de las Pirámides de Guiza, las cuales se alumbran por la noches, así como la esfinge. Degustamos una cena típicamente cairota mientras la majestuosidad de las pirámides nos rodeaba.
Con sus más de 16 millones de habitantes, El Cairo es una ciudad inmensa, donde la cultura de la antigua civilización egipcia le da la mano al bullicioso día a día de sus habitantes.
El día comenzó bien temprano para aprovechar lo máximo antes de que el calor apretara.
Nuestra primera parada fueron, como no podía ser de otro modo, las Pirámides de Guiza y la Gran Esfinge. El verdadero motivo por el que hicimos este viaje y sin duda, la excursión que más ilusión nos daba hacer.
Si tenéis la oportunidad, os recomendamos entrar lo antes posible y comenzar la visita desde la Gran Esfinge, ya que suele ser lo último que ve la gente y podréis disfrutar de una de las fotos más espectaculares de Egipto prácticamente sin gente.
Por ello, nuestra primera parada fue la Gran Esfinge, sin su nariz pero con sus enormes dimensiones destacando en la zona árida de alrededor.
Pirámide de Kefrén
Cualquier cosa que digamos de la esfinge se queda corta: majestuosa, elegante, enorme ... paramos para hacer fotos y recorrerla, además de dirigirnos a un terreno algo elevado que hay justo delante, donde poder tomar fotos de la esfinge con las pirámides de fondo.
Cuando el lugar empezó a llenarse de gente, nos dirigimos a las pirámides. Nos encantó poder pasear a los pies de las pirámides de Keops y de Kefrén, pudiendo distinguir las rocas que la forman y sintiendo lo enormes que son. Justo entre ambas pirámides hay una pequeña rotonda donde te recomiendo que te pares para poder tomar perspectiva de las mismas.
Tuvimos la inmensa suerte de poder entrar en el interior de la pirámide de Micerinos. Un camino angosto y muy empinado hay el subsuelo, con apenas decoración pero que resulta en una experiencia que hay que vivir. Nos decepcionó descubrir que en el interior de las pirámides, la decoración es mucho más pobre que en el Valle de los Reyes, pero el sentir toda la mole de piedra que hay sobre nuestras cabezas es una experiencia indescriptible.
Esfinge con pirámide de Kefrén
Mirador con las tres pirámides de Guiza de fondo
Cuando el calor apretaba, nos dirigimos a uno de los puntos más icónicos, el mirador, donde tienes una perspectiva espectacular de las tres pirámides alineadas, con la ciudad de El Cairo de fondo. Desde allí podrás tomar la mejor postal de todo el viaje, sin duda.
Extasiados por todo lo que habíamos visto y vivido, nos dirigimos a la siguiente parada del día: Memphis.
De la antigua capital del reino, apenas quedan a día de hoy restos arqueológicos. Sólo algunas representaciones y algunos trozos de columnas. Nos decepcionó muchísimo. Lo único que merece bastante la pena ver es un coloso de Memphis, una espectacular y enorme estatua del faraón Ramsés II, tallada en un único bloque de roca caliza y llena de pequeños detalles que dotan a la figura de un realismo excepcional.
Después del descanso para comer, viajamos hasta Sakkara, apenas a unos minutos en coche de los restos de Memphis. Y esa visita sí que merece la pena.
Coloso de Memphis
Pirámide escalonada de Sakkara
En primer lugar y nada más entrar en el complejo de Sakkara, nos dirigimos a la Mastaba de Ti, una de las tumbas más famosas de Sakkara y que nos sorprendió por las vívidas representaciones que había en sus paredes, muchas de las cuales aún mantenían el color intacto.
Después nos dirigimos a la pirámide escalonada, el principal atractivo del complejo y la pirámide más antigua de Egipto y la primera gran construcción en piedra de la humanidad. Sorprende que no sea una pirámide al uso, sino una acumulación de mastabas, antiguas tumbas rectangulares, apiladas unas encima de las otras, lo que serviría posteriormente como inspiración para las pirámides de Guiza. También merece mucho la pena ver la gran pirámide roja a lo lejos, así como la entrada al recinto, con multitud de columnas perfectamente conservadas. Una visita que, a pesar del calor, nos sorprendió por su belleza y buen estado de conservación.
Volvimos a El Cairo y, después de descansar brevemente, nos dirigimos al interior de la ciudad de los muertos. Esta zona, que visitamos dentro de un bus ya que pasear por allí puede ser peligroso, es una antigua necrópolis llena de tumbas y mausoleos, donde actualmente residen más de un millón de personas. Una situación delicada y de extrema pobreza que choca con las zonas más ricas que se encuentran a escasos minutos en coche.
Mercado de Khan El Khalili
Mercado de Khan El Khalili
Cuando comenzó a atardecer, nos dirigimos al mercado de Khan El Khalili, un enorme recinto dentro de la ciudad, formado por miles de tiendas que se expanden entre las callejuelas y donde podrás comprar desde comida, hasta ropa, lámparas, souvenirs y prácticamente todo lo que se te ocurra.
He de admitir que iba sin ninguna expectativa y acabó siendo uno de mis planes favoritos de todo el viaje. Te recomiendo que te pierdas entre sus callejuelas, que te pares en los locales que más te llamen la atención y que te dejes saturar por la multitud de colores y olores que reinan en todas las esquinas.
Después de varias horas, dimos un paseo por el barrio musulmán, con algunos edificios que aún perviven desde la época medieval: La madraza, mezquitas, murallas ... allí pudimos, no sólo cenar comida típica de la zona, sino disfrutar del bullicioso ambiente de la noche cairota.
Mezquita de Alabastro
Si bien es cierto que lo más famoso de todo Egipto, y en particular de El Cairo, son las pirámides, la ciudad está llena de innumerables joyas arquitectónicas que merece la pena visitar.
Nuestro último día de viaje comenzó visitando la Ciudadela de Saladino, fortaleza que se encuentra imponente encima de una colina, justo en el centro de la ciudad.
Esta increíble fortaleza medieval, construida por Saladino para defender la ciudad de los ataques de los cruzados, se caracteriza por sus enormes murallas y torres y por tener una espectacular vista de los alrededores.
Alberga multitud de miradores, jardines, mezquitas y palacios.
Aunque hay una mezquita que destaca sobre el resto: La Mezquita de Alabastro.
Construida en alabastro blanco pulido (de ahí el nombre), tiene un aspecto pulcro y brillante, con un pequeño patio de entrada majestuoso y un interior que recuerda a la Mezquita de Santa Sofía, en la que se basa.
Dentro nos sorprendieron las ricas decoraciones geométricas, lámparas que gobernaban las cúpulas y la solemnidad que se respiraba en cada esquina. Allí pudimos informarnos de la religión islámica y entender sus costumbres y hábitos, algo indispensable si viajas a un país como Egipto, donde gran parte de su población es musulmana.
Nada más salir se encuentra una espectacular vista de la ciudad desde uno de los muchos miradores de la fortaleza.
Patio interior de la Mezquita de Alabastro
Luces interiores de la Mezquita de Alabastro
Bajamos hacia el barrio copto, nuestra siguiente parada. Allí pudimos disfrutar de los vestigios judíos y cristianos de la ciudad, visitando la antigua Sinagoga de Ben Ezra y la Iglesia de Santa Barbara, iglesia ortodoxa bastante diferente a las que estamos habituados en Europa.
El barrio copto nos sorprendió por ser un lugar bastante singular, testigo del pasado medieval.
Nuestra última parada del viaje fue el Museo de El Cairo, un lugar perfecto para los amantes de la cultura, donde pudimos ver sarcófagos, momias, carros de combate y máscaras funerarios con una decoración rica, destacando entre todas la de Tutankamón.
Nos despedimos de la ciudad comiendo a orillas del río Nilo y posteriormente cenando en una de las zonas más ricas de la ciudad, donde pudimos comprobar de primera mano los contrastes de El Cairo.