Este pequeño pueblo medieval, conocido por ser Patrimonio de la UNESCO, es un enclave imprescindible de visitar si recorres el suroeste de Francia. Inmensos viñedos, multitud de actividades al aire libre, un entorno histórico y cultural privilegiado y bodegas y catas de vino son algunos de los atractivos de esta zona.
Fue mi destino favorito en todo el viaje. Un lugar encantador y mágico que no puedes perderte.
Viñedos alrededor de un Château en Saint Emilion
En el siglo VIII, un bretón llamado Émilion y conocido por sus milagros, se instaló en la ciudad, acompañado por algunos discípulos benedictinos. Con el paso del tiempo otras órdenes comenzaron a instalarse en los alrededores, atraídos por el culto a la figura del monje. Así nació el pasado monástico de Saint-Emilion.
Posteriormente y gracias al suelo caliza que se encuentra en la región, se comenzaron a plantar vides y a producir y comercializar vino, que fue ganando prestigio a lo largo del tiempo, convirtiéndose en monocultivo a partir del siglo XIX.
Además, a lo largo de la región hay más de 200 km de galerías subterráneas, cavadas para albergar bodegas y guardar y conservar el vino, así como para conectar puntos de interés de la ciudad.
Para llegar a Saint-Emilion hay fundamentalmente 3 opciones, las tres partiendo de Burdeos:
Coche. La opción que más recomendamos por ser la más rápida y que además te permite explorar las zonas circundantes.
¿Dónde aparcar? La mayoría de parkings son de pago. Sin embargo, justo detrás de la Gendarmerie Nationale, al Norte del pueblo, se puede aparcar completamente gratis. También a lo largo de la avenida Goudimaud.
Tren. Otra opción sería coger el tren desde Burdeos hasta Saint-Emilion. El trayecto dura unos 35 mins. aunque al estar un poco alejada la estación, luego hay que andar unos 20 minutos hasta llegar al centro del pueblo.
Tour guiado. Hay varias agencias que ofrecen tours de un día a Saint Emilion, incluyendo alguna visita a una bodega con cata incluida. Una opción interesante si quieres exprimir al máximo el día. Pero recomendamos pasar más de un día en la región para poder explorarla bien y hacer varias actividades.
Campanario de la Iglesia Monolítica
Lo primero que tienes que hacer al llegar a Saint Emilion es visitar el centro de información y turismo. Allí te darán mapas de la zona, te informarán de precios y horarios actualizados y podrás saber que actividades locales tendrán lugar los días que estés por allí.
Una vez hecho esto, te comentamos los puntos que visitar y los planes imprescindibles:
La Iglesia monolítica y su campanario. Excavada en una única roca en el siglo XII, es la iglesia subterránea más grande de Europa. Se puede acceder a su campanario que, con más de 196 escalones, ofrece una panorámica inmejorable de la región.
La Iglesia colegiata y su claustro. La Iglesia Colegiata de Saint-Émilion es un claro vestigio del paso de los agustinos por la localidad, y un perfecto ejemplo de la coexistencia entre los estilos románico y gótico. Este majestuoso edificio impresiona por su arquitectura, pero es su claustro lo que más destaca. Conservado en perfecto estado, el claustro alberga un mural ricamente decorado que embellece aún más el ambiente tranquilo y sereno del lugar. Si te interesa la historia del arte y la arquitectura, la visita a esta iglesia y su claustro es una parada obligatoria.
La puerta y la casa de la Cadéne. La Puerta y la Casa de la Cadène te trasladan directamente a la época medieval de Saint-Émilion. La Casa de la Cadène es la última que queda con el entramado de madera característico de esa época, lo que la convierte en una auténtica joya arquitectónica. Por su parte, la puerta que separaba la zona alta, habitada por los ricos, de la parte baja, donde vivían los más pobres, sigue en pie como un testimonio del pasado social de la ciudad. Este rincón de Saint-Émilion ofrece una visión fascinante de la vida medieval y sus contrastes. Justo debajo de la puerta hay una pequeña tienda de charcutería y queso que te recomendamos visitar, para que puedas probar las especialidades de la región.
La Torre del Rey. La Torre del Rey, de origen incierto, es uno de los puntos más destacados de Saint-Émilion. Se erige con orgullo en lo alto, ofreciendo unas vistas panorámicas inigualables de la ciudad y sus alrededores. Subir a la torre es una experiencia que combina historia y aventura, ya que, aunque se desconoce su primer propietario, su estructura ha resistido el paso del tiempo. Desde su cima, podrás admirar el horizonte ondulante de viñedos, châteaux y el trazado medieval de la ciudad, creando una postal perfecta para tus recuerdos.
Claustro de la Iglesia Colegiata
Puerta de la Cadéne
El convento de las Ursulinas. Aunque solo quedan unos pequeños restos, rodeados por viñedos, de lo que antaño fue el convento, la receta de sus dulces más conocidos: Los macarrons, sigue intacta. Podrás ver las ruinas desde lo alto de la Torre del Rey o de la Torre-campanario de la Iglesia Monolítica.
El Claustro de los cordeleros. Esta reliquia, que se reformó en el siglo XVIII y que ahora es un remanso de paz y tranquilidad, posee unas canteras subterráneas donde se sigue haciendo vino. Un testigo vivo del pasado y presente vinícola y religioso de la región
Los lavaderos. Fuentes públicas donde antiguamente se lavaba la ropa. El agua proviene de un manantial subterráneo de la ciudad. Te encontrarás varios a lo largo de Saint Emilion, convirtiéndose en pequeños rincones pintorescos donde poder descansar a la sombra mientras escuchas el sonido del agua.
El mercado cubierto. Antiguo mercado que también se usaba para el almacén y comercio del grano. Con grandes arcos cerrados por tablones de madera, se encuentra en el centro de la ciudad. Tiene un encanto rústico y medieval que nos llamó mucho la atención.
Los Lavaderos
Torre del Rey
Las Grandes Murallas. Este impresionante vestigio del pasado fueron en la antigüedad las paredes de un convento dominico del s. XIII que fue destruido a propósito durante la Guerra de los Cien Años para evitar que el enemigo lo pudiese usar como fortaleza. Hoy en día, lo único que queda en pie es una imponente pared que desafía al tiempo.
El Palacio Cardenal. Antigua casa señorial de la que ya hoy sólo queda una pared. También se usaba como muralla de la ciudad y estaba conectada a la antigua entrada principal de Saint Emilion.
Excursión en bici. Explorar los viñedos de Saint-Émilion en bicicleta es una experiencia imprescindible para los amantes del vino y la naturaleza. Una experiencia que nos encantó y nos permitió empaparnos de la cultura vinícola de la región. Os recomendamos alquilar las bicis en Unibike porque puedes devolverlas hasta la noche y te dan varias posibles rutas por los caminos públicos que cruzan los viñedos.
Visitar bodegas y hacer catas de vino. Hablar de Saint-Emilion es hablar de sus viñedos y, cómo no, de sus bodegas y su vino. Hay multitud de bodegas en las que hacer visitas y donde explican el proceso de elaboración. Además, suelen concluir con una cata de vinos de la región. Nosotros lo hicimos en Chateau Taillefer y lo recomendamos totalmente.
Las Grandes Murallas
Paseo en bici por los viñedos
Bodegas subterráneas. Saint-Émilion guarda un secreto bajo sus calles: una red de bodegas subterráneas talladas en la piedra caliza, que se extienden por kilómetros. Estas cuevas, creadas siglos atrás, ofrecen el ambiente perfecto para almacenar barricas de vino gracias a su temperatura constante y nivel de humedad. Hoy en día, muchas de estas bodegas no solo están abiertas al público de manera totalmente gratuita, sino que aún se utilizan para preservar algunos de los mejores vinos de la región. Un plan que nos parece imprescindible si visitas esta región.
Pasear por los viñedos. Recorrer los viñedos de Saint-Émilion es como adentrarse en una postal viviente. Los caminos rurales que atraviesan la campiña te permiten pasear entre hileras de vides, respirando el aire puro y disfrutando del paisaje ondulado. Los recorrimos caminando, en bicicleta, en coche y corriendo, y cada experiencia disfrutábamos más del entorno tan mágico en el que nos movíamos.
Las calles Tertres. Las empinadas y adoquinadas calles Tertres de Saint-Émilion son un auténtico viaje al pasado. La calle que conecta la impresionante Iglesia Monolítica con la zona alta de la ciudad no solo es famosa por su inclinación, sino también por sus vistas. Mientras subes (con cuidado de no resbalar), serás recompensado con una panorámica que abarca los principales puntos de interés de Saint-Émilion, un escenario perfecto para captar la esencia medieval de la ciudad.
La puerta Brunet. La Puerta Brunet es un recordatorio fascinante de la historia medieval de Saint-Émilion. Esta es la única puerta que queda en pie de las murallas que una vez rodearon la ciudad. Su estructura robusta y su encanto rústico la convierten en un destino imperdible para los aficionados a la historia y la arquitectura. Te recomiendo que la atravieses y llegues a un pequeño balcón, desde donde disfrutar de una preciosa postal de los viñedos.