Durante 11 días estuvimos recorriendo el suroeste francés, pasando por zonas de costa, el País Vasco francés, grandes ciudades como Burdeos, dedicando también algo de tiempo para disfrutar del encanto de la campiña francesa y de localidades tan pintorescas como Saint-Émilion.
Atardecer desde el Puente Saint-Espirit
Aunque no encontramos ningún tour guiado por la ciudad, era imprescindible comenzar nuestro viaje por el suroeste de Francia visitando esta histórica ciudad.
Madrugamos para aprovechar al máximo el día y comenzamos paseando por la orilla del río Adour, cruzando el puente Saint-Espirit hasta llegar a carrousel Palace, una plaza pintoresca con una bonita panorámica del río, en cuyo centro hay un carrusel rojo muy llamativo.
Caminamos hacia la Iglesia de San Andrés, un enorme templo gótico con un sorprendente rosetón que destaca frente a todas las casitas de alrededor.
Desde la iglesia subimos hasta New Chateau, antigua fortaleza que actualmente se utiliza como centro de estudios. Vale mucho la pena pasear al lado de sus murallas hasta llegar al puente du Génie. Al cruzar el río Nive fuimos caminando por su orilla hasta llegar al nuestro punto favorito de la ciudad, el carreau des Halles. Este mercado cubierto es uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad. En su interior encontrarás puestos que venderán desde postres típicos, hasta verduras o pescado. También es un lugar más que recomendable en el que comer. Un imprescindible de la ciudad.
Caminamos hasta la plaza de las cinco vías, confluencia de las cinco calles más importantes de la ciudad. Subimos por Rue Argenterie hasta la catedral, que no pudimos visitar porque estaban de oficios, así que bordeamos el claustro y caminamos por la Rue Montaut hasta la Place Montaut, pequeña plaza desde la que llegar hasta las antiguas murallas de la ciudad.
En la base de las murallas hay un extenso y cuidado jardín, poblado de árboles frutales y con pequeños parques en su interior. Pasear a lo largo de esos jardines fue uno de los planes que más nos gustó. Al seguir la muralla llegamos hasta La Poterne, antigua puerta de entrada de la ciudad. Al atravesarla llegamos al castillo viejo.
Si buscas un spot fotogénico con casitas pintorescas y volets de colores, el Boulevard du Rem Lachepaillet es tu sitio. Se trata del pasea que hay por encima de las antiguas murallas, dejando a un lado los jardines y al otro estas casitas encantadoras.
Paseo a orilla del río Nive
Mercado de Bayona
Después de callejear por la zona de la Grand Bayonne, entramos en la catedral y nos detuvimos un rato a disfrutar de su arquitectura gótica y sus coloridas vidrieras.
Al llegar a la hora de comer nos dirigimos al Carreau des Halles, donde nos paramos en varios de sus puestos para probar algunos de los paltos más típicos de la ciudad como el jamón de Bayona o unos champiñones rellenos. Otra de las comidas más típicas de la ciudad es el chocolate, recetas que trajeron los judíos expulsados de España y Portugal. Así que de postre decidimos pasear por la Rue de la Salie, donde están algunas de las mejores chocolaterías e hicimos una parada en Rue de la Salie, donde probamos varios bombones.
Caminamos por Rue Port Neuf, disfrutando de la sombra que dan sus soportales, hasta llegar al Ayuntamiento de la ciudad. Un impresionante edificio que se encuentra a orillas del punto donde confluyen los dos ríos de la ciudad: El Nive y el Adour.
El paseo por esa orilla es bastante agradable y llegamos hasta el quiosco de música, un pequeño edificio rodeado por unos floridos jardines. Nos sentamos a descansar a orillas del río y disfrutar de las vistas del antiguo castillo que se erige al otro lado del río. Actualmente no se puede visitar porque sigue siendo usada como base militar.
Rue Argenterie
Boulevard du Rem Lachepaillet
Cruzamos el puente para visitar la zona de Saint Espirit, al otro lado del río. Entre los puntos que visitamos destacamos dos: La estación de trenes, con una gran torre rematada por un impresionante reloj y Place de la République, una gran plaza rodeada por encantadoras terrazas frecuentadas por locales.
Volvimos a la zona de la pequeña Bayona para seguir explorando calles. La Rue des Augustins nos pareció especialmente encantadora, acabando en una pequeña plaza llamada Plachotte. Bajamos por la calle y recorrimos la base de la antigua muralla, que a día de hoy se integra con algunos edificios de viviendas y tiendas. Nos adentramos en la Rue de Espagne, la calle principal de toda la ciudad y la recorrimos, descubriendo las pequeñas tiendas y restaurantes que la pueblan.
Mientras empezaba a atardecer estuvimos disfrutando de música en vivo en algunas de las plazas más importantes de la ciudad como son: la Plaza Louis Pasteur, la Plaza Jacques Portes y la Plaza Morlesin-Carreau.
Finalmente, para terminar el día, cruzamos el puente de Saint-Espirt y nos sentamos en una terracita a disfrutar del atardecer.
Madrugué para salir a correr a lo largo de la orilla del río Adour.
Si te gusta hacer deporte, la orilla sur es un lugar ideal, con un carril bici y un camino que avanza desde pleno centro de la ciudad hasta la playa de la Barre. Un entorno natural y muy buen cuidado, ideal para correr, pasear o ir en bici.
A lo largo del camino encontrarás multitud de cafeterías encantadoras, muchos surferos de camino a la playa y sobre todo un ambiente tranquilo e ideal.
Al volver, fuimos a dar un paseo por el centro de Bayona para aprovechar y comprar algunos de sus dulces más típicos: El Gâteau Basque, un pastel de masa quebrada relleno, bien de crema, bien de mermelada de cerezas.
Carrera a orilla del río Adour
Nos despedimos de la ciudad y cogemos el coche dirección a nuestra siguiente parada: La Duna de Pilat.
La duna de Pilat es la duna de arena más alta de toda Europa. Ubicada en la zona de Aquitania, se trata de una impresionante duna de casi 3 km de largo y 100 metros de altura, que separa un enorme bosque de pinos, zona natural protegida, y el océano Atlántico.
Dejamos el coche en el parking y subimos caminando hasta la cima de la duna. Al alcanzar la cima nos quedamos impresionados de las vistas espectaculares que había de los alrededores. Al norte y al este se puede ver el inmenso bosque de pinos. Al sur la duna se alarga indefinidamente, mientras que al oeste se ve el atlántico con algunas lenguas de arena presentes en medio del océano.
Recomendación: Merece la pena subir y recorrer caminando parte de la duna, así que es más que recomendable llevar chanclas o ir descalzo para no llenarte las zapatillas de arena.
Uno de los planes que más nos gustó de todo el viaje fue descansar en la cima de la duna y disfrutar de las vistas y después caminar y recorrerla.
Duna de Pilat
Atardecer desde Arcachon
Después de casi dos horas recorriendo la duna, nos dirigimos a nuestra última parada de esta etapa: Arcachón.
Esta ciudad costera es famosa por sus playas, bahías y edificios con mucho encanto, dispersos por toda la costa y con unas fachadas coloridas y pintorescas.
Aprovechamos lo que quedaba de la tarde para pasear por la playa de Arcachón, desde el muelle con el carrusel y desde el que se ve la cola de ballena, escultura famosa de su playa, hasta la playa Pereire. Desde allí se tiene una panorámica bastante completa de Cabo Ferret. Aunque lo mejor de este paseo fue encontrar el mejor atardecer de todo el viaje, disfrutando de una gama de colores vibrantes y una luz increíble proyectada en los pequeños barcos pesqueros anclados a la bahía.
Muelle de Arcachon
Habíamos leído que Arcachon tiene un brillo especial. Sus enormes playas, sus casitas encantadas, el casino y el observatorio son lugares emblemáticos que le dan un aspecto mágico a la ciudad.
El día comenzó con un paseo por la playa de Arcachon. Esta vez en dirección al puerto deportivo. Pudimos observar de cerca la escultura de la cola de ballena, símbolo de la conexión de la ciudad con el mar.
Al llegar al puerto deportivo, dejamos el paseo marítimo para adentrarnos en la ciudad y pasear por sus calles. Estaban ricamente decoradas con flores y colores y había mucho ambiente.
Nuestra primera parada fue el casino, diseñado como un pequeño castillo y que destaca frente al resto de edificios que lo rodean. Luego visitamos el ayuntamiento, rodeado por un pequeño pero encantador jardín.
Justo detrás se encontraba el mercado de Arcachon y a sus alrededores, multitud de pequeños puestos vendiendo productos de la huerta, pan y bollería. Nos pareció una parada indispensable si visitas esta ciudad costera. El interior del mercado tiene una arquitectura elaborada a base de hierro y con multitud de puestos que venden desde carne y pescado, hasta comidas ya preparadas. Vale mucho la pena pararse en las tiendas de alrededor y probar algunos de los dulces más típicos de la región: Dune Blanch, Gateau Vasques y canelets.
Nuestro paseo por Arcachon siguió por la zona alta de la ciudad, un indispensable por sus enormes casas señoriales y el observatorio. Primero caminamos alrededor de las impresionantes villas, como la Villa Alexandre Dumas o la Villa Athena, impresionantes construcciones con fachadas exuberantes, con ricos colores y símbolos por todas partes. Además todas estas villas tienen enormes jardines alrededor y los caminos que las unen son bastante agradables.
Nuestros pasos nos llevaron hasta la pasarela que conecta con el observatorio de Santa Cecilia. Se trata de una escuálida torre con unas escaleras que al cruzarlas se mueven (pero son bastante seguras). Merece mucho la pena subirlas para tener una impresionante y muy completa vista de Arcachon, su bahía y de las cabañas Tchanquées, uno de los atractivos de la zona.
Nuestra visita terminó explorando el parque de Mauresque, un jardín muy local con muchos atractivos, como una gran rosaleda, un estanque lleno de peces y zonas de césped con pequeños arbustos donde sentarse a descansar.
Escultura de la cola de ballena (arriba) y vistas desde el Observatorio de Santa Cecilia (abajo)
Mercado de Arcachon, con pequeños puestos de productores locales alrededor
Cogimos al coche para seguir nuestro roadtrip y llegar al siguiente punto: La Teste de Buch.
Esta comuna situada a escasos 10 minutos en coche de Arcachon tiene un atractivo que no nos queríamos perder: Las casitas de pescadores a lo largo de la bahía. Multitud de pequeñas casas de madera se apiñan en torno al puerto y la costa. Las hay de distintos colores y formas y crean un entorno bastante pintoresco. Nos encantó pasear a lo largo de la costa y poder disfrutar del entorno. A día de hoy muchas de esas casitas se han convertido en restaurantes o pubs. Si queréis parar a descansar y tomar algo, son una buena opción.
Después de casi una hora en la Teste de Buch, continuaríamos nuestro viaje para descubrir una de las ciudades más grandes y famosas de toda Francia y que además es ciudad Patrimonio de la Humanidad: Burdeos.
La histórica ciudad francesa, conocida por su rica cultura y por sus vinos, nos daba la oportunidad de hacer muchos planes, así que decidimos que sería nuestra parada más larga de todo el viaje. Así que después de descansar, comenzamos a explorar la ciudad.
En primer lugar estuvimos recorriendo la zona de Capucins - Victorie. Es la zona que más edificios medievales mantiene, aunque la gran mayoría se construyeron en estilo neoclásico. Perderse por sus calles y descubrir rincones encantadores es un indispensable. Hubo tres puntos que nos parecieron especialmente recomendables: La Iglesia de la Santa Cruz, la Basílica de Saint Michel, con una torre que es el edificio más alto de toda la ciudad y la Puerta de Borgoña, antigua entrada a la ciudad. A lo largo de estos barrios encontramos otras antiguas puertas de la ciudad, como la Puerta de la Moneda.
La Teste de Buch
Grosse Cloche de Burdeos
Subimos por la Calle de Víctor Hugo desde la Puerta de Borgoña hasta uno de los puntos más famoso y emblemáticos de la ciudad: La Grosse Cloche. Antigua puerta de la ciudad y antigua prisión de jóvenes, coronada por una gigantesca campana. Atravesamos la puerta y caminamos por las encantadores calles necolásicas hasta la plaza Fernand Lafargue. Esta pequeña plaza nos encantó por sus pequeños locales y terrazas que le dan un aspecto mágico.
Desde allí subimos a la Rue de Santa Catarina, la calle principal y más larga de la ciudad, muy cuidada y con multitud de tiendas y bares a los laterales. En vez de recorrerla entera, decidimos bajar por la zona de Pierre hasta la plaza del Parlamento, rodeada de encantadores edificios neoclásicos, que la convierten en un spot imprescindible. Seguimos caminando hasta la Iglesia de Sant Pierre, que se yergue imponente en todo ese barrio. Aunque lo que más nos gustó fue la plaza que rodea la iglesia, llena de encantadoras terracitas llenas de gente tomando algo a la hora del atardecer.
Bajamos hasta la orilla del río Garona y caminamos hasta llegar a otro de los atractivos de la ciudad: El Espejo de Agua. Emblemática atracción de la ciudad, formada por una superficie de gran extensión con una fina capa de agua. Cuando está en calma, se pueden hacer unas increíbles fotos de la Plaza de la Bolsa.
Recomendación: Como punto emblemático que es, el espejo suele estar lleno de gente y tomar una buena foto es complicado. Por la noche, con la plaza iluminada y sin nadie de gente en el agua, las instantáneas salen mucho mejor.
Plaza de la Bolsa
Place Fernand Lafargue
Estuvimos explorando la Plaza de la Bolsa y disfrutando de las vistas de media luna del río, así como de la fuente de las tres Gracias que se encuentra justo en mitad. Subimos por la Rue de la Porte Dijeaux hasta llegar al Gran Teatro de Burdeos. Increíble edificio neoclásico que serviría de modelo para la posterior ópera de París.
Seguimos caminando hasta llegar al Monumento de los Girondinos, escultura enorme en honor a estos mártires y rodeado por una extensa plaza, coronada por una colorida noria con vistas de toda la ciudad. Un bonito punto donde descansamos, antes de dirigirnos a cenar crepes en Nom d'Une Crêpe, un local que disfrutamos de este plato tan típico de Francia.
Como Burdeos lo merece, teníamos planificado dedicar un día entero para conocer bien la ciudad.
El día comenzó paseando por el Mercado de los Capuchinos. Conocer los mercados de abastos locales nos parece un imprescindible para entender la cultura local. Además, aprovechamos para desayunar ahí un croissant y una chocolatin artesanos. Luego haríamos otra parada para el café y aprovecharíamos para probar el canelé, postre típico de la ciudad.
Hicimos parada en la Grosse Cloche porque al ser pronto, apenas había gente y pudimos hacer unas fotos increíbles y completamente solos.
Y para poder conocer mejor la ciudad, teníamos reservado un tour por toda la zona del casco histórico, para conocer los lugares más emblemáticos y sus curiosidades.
Fuente a los pies del Monumento de los Girondinos
Comenzamos por el Monumento de los Girondinos. Una impresionante escultura en honor a los habitantes de Burdeos caídos durante el régimen del Terror y que representa los valores de igualdad y justicia, tan afianzados dentro de la cultura francesa.
Nos movimos hasta el Gran Teatro, que serviría de inspiración para la ópera de París. Subimos por la Rue Mautrec hasta la Iglesia de Notre Damme, construida en estilo barroco y con una fachada muy recargada y decorada. Aunque lo más representativo de la Plaza es sin duda la escultura de Goya que se encuentra justo enfrente de la Iglesia. Se trata de una representación en honor al pintor maño que se exilió voluntariamente en la ciudad de Burdeos hasta su muerte.
El tour siguió por la zona conocida como "triángulo dorado", calles donde antiguamente habitaban las clases más pudientes de la ciudad, hasta la calle de la Intendencia, límite de este triángulo. Bajamos por la Rue du Temple hasta alcanzar la Catedral de Burdeos. Este impresionante Templo, construido en estilo mitad románico - mitad gótico, es uno de los principales atractivos de la ciudad y punto de históricos sucesos, como la boda de Leonor de Aquitania con el rey Luis de Francia. Sobre la historia de Leonor, curiosa y con una trascendencia histórica increíble, escribo más en este artículo.
A modo de curiosidad, la torre de la catedral, en cuya cúspide se encuentra una enorme Virgen dorada, está separada del templo por dos motivos. En primer lugar, se tenía miedo de que la vibración de las campanas hiciese que las paredes de la catedral se rompiesen y, en segundo lugar, se temía que la campana pudiese caer y destrozase los techos del templo.
Iglesia de Nuestra Señora de Burdeos
Catedral de Burdeos
Después de esta parada obligatoria nos dirigimos a la Rue de Santa Catarina y de allí a una de las pocas casas medievales que aún se mantienen en pie de la ciudad. Seguimos caminando hasta alcanzar la Puerta de Cailhau, antigua puerta de la ciudad que nos pareció salida de un cuento. Torres puntiagudas y restos de la muralla que franqueaban le da un aspecto mágico a este monumento.
Seguimos callejeando hasta llegar al espejo de agua y la plaza de la bolsa, lugar emblemático de la ciudad donde terminamos el tour.
Y como no podía ser de otro modo, subimos caminando a orillas del río Garona hasta llegar al mercado callejero que ponen los fines de semana a la altura del puerto de la Luna. Allí pudimos degustar unas riquísimas ostras con vino de Burdeos y langostinos. Pero también hay puestos de queso, vino y confituras. Una visita imprescindible para conocer los productos de la región.
Después de un breve descanso nos encaminamos a la Iglesia de San Luis de Chartrons, y estuvimos paseando por los alrededores de la zona. Un barrio lleno de encanto y no tan concurrido, con bistrós locales.
Espejo de Agua con la Plaza de la Bolsa al fondo
Terrazas en Rue des Faussets
Después de un paseo por el barrio de Chartrons, nos dirigimos a comer a la zona centro, a un bar que nos habían recomendado unos locales: Melodie. Comida típica francesa a buen precio y en un local muy bien ambientado. Muy recomendable.
Después de comer seguimos nuestro paseo por los puntos que más nos habían gustado de la ciudad. Volvimos a la Grosse Cloche, ahora mucho más concurrida. Luego fuimos caminando hasta la catedral y entramos en ella. Nos impresionó la combinación de estilos arquitectónicos y las impresionantes vidrieras de la parte gótica. Aprovechamos para sentarnos y descansar y disfrutar de la calma reinante en el interior del templo.
Seguimos paseando y llegamos al Ayuntamiento, cuyas puertas habían sido quemadas en una manifestación algunas semanas antes y estaban siendo remodeladas. Continuamos por el museo de bellas artes hasta llegar a la plaza de Gambetta, en cuya esquina se encuentra la Puerta Dijeaux, una de las 5 antiguas puertas de la ciudad. Seguimos explorando el triángulo dorado hasta llegar a un rincón de Burdeos que nos encantó: el Jardín Público.
Se trata de un inmenso parque florido con una inmensa extensión de césped donde sentarse y relajarse y con ríos y puentes. En su interior además pudimos visitar un jardín botánico en buen estado y con multitud de especies. Un imprescindible de Burdeos, poco conocido, y un remanso de paz y tranquilidad.
Jardín Público de Burdeos
Jardín Público de Burdeos
Y como nos había gustado mucho y no habíamos terminado de visitarlo, nos dirigimos al barrio de Chartrons para seguir callejeando y descubrir nuevos rincones encantadores. Creemos que merece mucho la pena explorar estas calles y descubrir la zona más bohemia y tranquila de Burdeos, manteniendo intacto su brillo y clase.
Como aún quedaba algo de tiempo hasta que se hiciera de noche, cruzamos caminando el Pont de Pierre, que une las dos orillas del río Garona, Un plan que nos encantó y merece mucho la pena por la panorámica que consigues de la ciudad. Una vez en la otra orilla, estuvimos paseando hasta llegar a Darwin Eco-Systeme, un espacio público y ecléctico donde se combinan restaurantes, pubs y tiendas locales, con decoración moderna y música en vivo. Un oasis de modernidad entre todos los edificios neoclásicos de la ciudad. Si tienes tiempo, vale la pena acercarse y conocer otra cara más moderna de Burdeos.
Y justo delante, se encuentra La Guinguette Chez Alriq, un restaurante a orillas del río donde poder tomar algo y disfrutar de un buen atardecer.
Panorámica de Saint Emilion
Si te gusta hacer deporte, no puedes perderte el paseo a orilla del río Garona.
Hay un paseo bastante ancho donde podrás dar un paseo, salir a correr o ir en bici o patines. También hay varias pistas de baloncesto y fútbol donde poder practicar deporte.
Nosotros aprovechamos el buen tiempo para madrugar y salir a correr por el paseo y disfrutar de unas maravillosas vistas de la ciudad mientras practicábamos deporte.
Después de arreglarnos y descansar, dimos un pequeño paseo por el sur de la ciudad, con un trazada cuadriculado y pequeñas casas antiguas. Una perspectiva diferente de la ciudad que sólo merece la pena visitar si te sobra tiempo en tu visita a Burdeos.
Nos despedimos de Burdeos y cogimos el coche para la siguiente parada de nuestro roadtrip: Saint Emilion.
Habíamos alquilado una pequeña habitación en mitad de los viñedos, un paraje incomparable y natural y una decisión que recomendamos hacer si se visita la región. Nada más llegar, nos dirigimos a la ciudad. En el punto de información dan mapas con los principales puntos de interés y una breve explicación de los mismos, así como recorridos que se pueden hacer en bici o caminando.
Recomendación: Aunque el casco histórico de Saint Emilion es pequeño y se puede ver en una mañana, merece la pena pasar varios días por la zona y hacer excursiones a pie o en bici por los viñedos, hacer visitas guiadas por bodegas y alguna cata de vinos.
Aprovechamos la tarde para visitar el antiguo pueblo medieval. En primer lugar entramos a la Iglesia Colegiata y visitamos su antiguo claustro románico. Famoso por encontrarse en muy buen estado y por los murales dibujados en una de las paredes. Nada más salir nos dirigimos a la Plaza du Clocher, donde se erige la impresionante torre campanario, a la que se puede subir, y donde encontramos una terraza con unas increíbles vistas de todo el pueblo y los viñedos de los alrededores.
Torre del Rey (arriba) y Grandes Murallas (abajo)
Panorámica de Saint Emilion
Después de disfrutar de la panorámica, callejeamos hasta llegar al claustro de los cordeleros, antiguo convento franciscano. Bajamos hacia la Iglesia monolítica, atravesando la puerta y la casa de la Cadene, última casa de la localidad que mantiene el entramado de madera medieval. Nos encantó caminar por las estrechas calles y disfrutar de los edificios antiguos y de las vistas que había continuamente del pueblo y de los viñedos.
Visitamos el mercado cubierto y llegamos a la entrada de la iglesia monolítica. En la plaza en la cual se encuentra hay multitud de restaurantes donde poder tomar algo. Pero nosotros seguimos caminando por la rue de la Petit Fontaine hasta llegar a los antiguos lavaderos. Os recomendamos que cuando atraveséis esa calle, echéis la vista atrás y podréis disfrutar de un spot inmejorable del campanario y la zona alta de Saint-Emilion.
Después de visitar los dos antiguos lavaderos, nos dirigimos a la Torre del Rey, cuyo origen histórico y propietario es hasta hoy desconocido. Aunque no pudimos entrar, sí que pudimos rodearla y subir hasta un pequeño mirador que hay justo encima desde el que poder disfrutar de una panorámica del pueblo. Una vista que merece mucho la pena tener.
Desde allí bajamos hasta la entrada de Saint-Emilion y paseamos por las calles "Tetres", algo resbaladizas, hasta alcanzar la zona alta. Antes de irnos quisimos ver dos puntos muy importantes de la ciudad: Las grandes murallas y el palacio cardenal, ambas en la zona norte de la ciudad, antiguos vestigios del pasado monacal y eclesiástico de Saint-Emilion.
Viñedos en los alrededores de Saint Emilion
Viñedos en los alrededores de Saint Emilion
Aunque nos habían faltado algunos puntos por ver, como las bodegas subterráneas, el convento de las ursulinas o la puerta Brunet, ya estaba anocheciendo y todos los puntos de interés estaban cerrados.
Así que aprovechamos para volver al apartamento y disfrutar del atardecer paseando entre los viñedos. Una visión espectacular en un entorno inmejorable.
A pesar de que mucha gente viene a Saint-Emilion y apenas le dedica una mañana, nosotros habíamos decidido pasar algo más de tiempo para poder disfrutar de este entorno de encanto y hacer actividades en los alrededores.
Nuestro segundo día aprovechamos para pasear por los viñedos y pueblos cercanos con la bici y visitar alguna bodega.
Tuvimos una mañana tranquila, dando un paseo y comprando algunas cosas para hacer una comida de picoteo entre los viñedos. Y la mejor manera de conocer los viñedos y explorar los encantos de la zona, es paseando en bicicleta.
Paseo en bicicleta por los viñedos
Alquilamos las bicis en Unibike. Y lo recomendamos encarecidamente. No sólo porque es el alquiler más barato de la zona, sino porque las bicis están equipadas con casco, luces y cesta. Puedes alquilarlas sólo un rato o varios días y además puedes cogerlas y dejarlas desde las 9 de la mañana hasta las 11 de la noches. El resto de sitios cierran a las 6 de la tarde, así que éste te permite aprovechar al máximo el día.
Pero lo mejor sin duda es que al alquilar la bici te pasan varios posibles recorridos usando google maps que te permiten conocer los alrededores. Los hay de distinta duración y dificultad. Nosotros decidimos hacer dos: Paseo por los viñedos y paseo de panorámicas.
El paseo por los viñedos fue sin duda el que más nos gustó, atravesando caminos públicos entre las vides y pasando de un Château a otro, disfrutando tanto de las bodegas más antiguas e históricas como las de arquitectura más moderna y disruptiva.
Viñedos alrededor de Saint Emilion
Visita a la bodega de Château Taillefer
Los caminos están muy poco concurridos pero en muy buen estado y se disfruta mucho el conocer tan de cerca este entorno natural mágico.
Aprovechamos para hacer una parada y hacer una vista a una bodega que aunque familiar y pequeña, es conocida en toda Francia: Château Taillefer. Con más de 5 generaciones de historia, nos enseñaros los viñedos justo antes de que comenzara la recogida de la uva y nos enseñaron su bodega. Después de una breve explicación del proceso de generación de los distintos tipos de vino que tenían, tuvimos la oportunidad de hacer una pequeña cata y probar los vinos de la región. Una experiencia que nos encantó y que no dudamos en recomendar. Además ofrecen visitas en español, inglés y francés, abarcando el máximo público posible.
Después de la cata seguimos con nuestros recorridos en bici. Después de acabar el de los viñedos, rodeamos todo Saint Emilion, pasando por puntos históricos, para comenzar la tura de panorámicas. El lugar que nos pareció más espectacular fue Château Laroque, antiguo castillo ahora convertido en bodega, que abarca una impresionante extensión de viñedos por toda la meseta y con unas panorámicas increíbles de todo el entorno.
Atardecer en los viñedos alrededor de Saint Emilion
Atardecer en los viñedos alrededor de Saint Emilion
Si tenéis oportunidad, no dudéis en recorrer la campiña en bicicleta.
Para terminar el día fuimos a visitar el mercado de productores, un mercado local que ponen en verano algunos días puntuales y donde vimos a gente de la zona comprando comida típica como foie, carne y caracoles, todo acompañado con vino y disfrutando música en vivo. Una celebración local muy divertida.
Recomendación: En el punto de información y turismo de la ciudad verás un cartel con las celebraciones próximas. Merece mucho la pena informarse por si hubiese alguna que os interesara.
Panorámica de Saint Emilion
Después de haber atravesado los viñedos en bicicleta, me quedé con ganas de hacer algún trayecto corriendo. Así que en nuestro último día en Sain-Emilion madrugué y diseñé un trayecto entre las carreteras que unían distintos viñedos para poder conocerlos de una manera única con las primeras luces del día.
Después de descansar y recoger, volvimos a Saint-Emilion para visitar los últimos puntos que nos quedaban por ver y despedirnos definitivamente de esta localidad que tanto nos había gustado.
En primer lugar fuimos a visitar el claustro de los cordeleros, antiguo convento, ahora desacralizado y usado como lugar de ocio. Nos sorprendió encontrar que en el antiguo claustro ahora se encontraba la terraza de un bar, así como en los jardines, mientras que en el interior de la antigua iglesia se había instalado una tienda de souvenirs.
Seguimos caminando por la Rue de la Puerta Brunet hasta llegar a la Puerta, única puerta antigua de la ciudad que se mantiene prácticamente intacta. Construida en estilo románico, nos pareció increíble que aún se mantuviese en perfecto estado. La atravesamos para disfrutar de una pequeña terraza con increíbles vistas de la campiña.
Bajamos por la Rue Gaudet hasta la Rue de la Puerta Bouqueyre porque queríamos subir todo Saint-Emilion andando y disfrutar de su calle principal, con multitud de marchantes de vino y arte por todos lados.
Cuando el hambre apretó, hicimos una parada en la Puerta de la Cadéne, bajo la cual se encuentra una formagerie y charcuterie bastante conocida en la localidad, donde puedes degustar algunos embutidos de la zona y comer bocadillos con chacinas típicas de los alrededores. Nos encantaron y sin duda lo recomendamos si visitas Saint-Emilion.
Porte Brunet, antigua puerta medieval del 1200
Claustro de los cordeleros
Aunque sin duda, el plan que más nos gustó de todo el día fue poder subir a la torre campanario. Pides la llave en la oficina de información y turismo y te permiten subir y disfrutar de las mejores panorámicas de la región. Nos encantó poder ver la verde extensión de viñedos con pequeños Châteaus repartidos por toda la zona y justo a nuestros pies los edificios más emblemáticos de Saint-Emilion.
Finalmente cogimos el coche para dirigirnos a nuestra siguiente parada: Bidart.
Esta pequeña localidad a apenas 5 km de Biarritz es una encantador pueblo costero, conocido por sus espectaculares playas para ser surf y por ser un remanso de paz entre Biarritz y San Juan de Luz.
A pesar de que llegamos algo tarde, nos dio tiempo a disfrutar del atardecer desde un pequeño mirador, situado sobre la playa d'Erretegia. También aprovechamos para dar un paseo por el centro, llegando hasta la Plaza Sauveur Atchoarena. Llena de bares muy concurridos y con muy buen ambiente, tomamos algo en la Venta Gaxuxa Bidart, que recomendamos sin duda por su inmejorable estofado y sus chipirones de la región riquísimos.
Biarritz, ciudad costera francesa perteneciente al País vasco francés, es uno de los puntos imprescindibles que explorar si visitas el suroeste francés.
Aunque en el pasado fue un pueblo de pescadores, cuando se la emperatriz Eugenia construyó un palacio allí para veranear, Biarritz se convirtió en un atractivo para las clases más pudientes. Se crearon balnearios y casinos y se convirtió en un destino de lujo.
A día de hoy es visitada por surfistas que quieren cazar algunas de las impresionantes olas que hay en sus playas. La gran oferta gastronómica y la belleza de sus calles y su entorno natural son otros de los intereses que ofrece esta pequeña perla.
Hotel du Palais de Biarritz
Es por ello que era imprescindible visitar Biarritz y explorar sus calles y playas.
Aparcamos algo alejados del centro de la ciudad, cerca del museo asiático, para evitar las zonas más concurridas. Nuestra primera parada fue la antigua Gare du Midi, estación de ferrocarril ahora usada como sala de exposiciones y eventos, con una fachada bien conservada y un bonito jardín justo delante.
Callejeamos hasta llegar al Mercado de la ciudad, un imprescindible para conocer la cultura de una localidad, aunque con la mala suerte de que ya estaba cerrado cuando nos acercamos. Aún así pudimos disfrutar de su arquitectura desde fuera, así como de la lonja de pescadores que se encuentra anexa.
Nos encantó poder callejear y disfrutar del ambiente que había en todas las terrazas e ir descubriendo los rincones ocultos que tiene Biarritz. Bajamos por la Rue Gambetta hasta la histórica pastelería Miremont, muy concurrida y con una tradición centenaria. Aunque no tomamos nada, sí que merece la pena entrar al local para disfrutar de su interior y dejarse sorprender por las vistas que hay desde su salón de té.
Faro de Biarritz
Grand Plague de Biarrtiz
Seguimos caminando hasta la plaza Belleuve, con un pequeño mirador que tiene unas espectaculares vistas de La Grand Plague con el hotel du Palais de fondo. De ahí bajamos al Casino, que a pesar de que tiene fama de ser bastante lujoso, no nos llamó mucho la atención. Y seguimos caminando por el paseo marítimo, disfrutando de las sombrillas de colores tan conocidas de la Grand Plague.
A pesar de estar muy concurrida, es un paseo muy bonito, con pequeñas terracitas y con un coqueto jardín con un carrusel bastante animado en su interior. Al llegar al Hotel du Palais, dejamos atrás la playa para conocer algunos puntos del interior.
En primer lugar visitamos la capilla imperial, pequeño templo católico, construido con ladrillo rojo y que es un verdadero remanso de paz entre tanta actividad y caos que hay en Biarritz. Continuamos hasta la Iglesia Ortodoxa. Aunque estaba de obras y no pudimos entrar en su interior, su arquitectura y sus cúpulas destacan entre los edificios de alrededor y nos gustó poder verla.
Paseamos entre las lujosas villas que hay en la avenida de l'Impératrice hasta llegar al Faro de Biarritz. Primero exploramos los jardines que hay alrededor, con varios miradores que ofrecen buenas vistas de la zona. Aunque sin duda las mejores panorámicas se encuentran en la terraza alrededor del faro, desde donde puede contemplar toda la playa de Biarritz y sus edificios más emblemáticos. Estuvimos bastante rato sentados disfrutando de las espectaculares vistas.
Rocher du Basta
Rocher de la Vierge
De vuelta al centro de la ciudad, bajamos al paseo marítimo y desde allí disfrutamos de las increíbles olas que se estaban formando. Pero tuvimos que desviarnos porque una parte del paseo cruzaba por debajo del Hotel du Palace y las olas estaban impactando y entrando directamente en todo el camino y los socorristas no aconsejaban cruzar por ahí.
Al volver a la Grand Plague, nos sorprendió ver que la marea había subido tanto que habían quitado las sombrillas de colores tan famosas de la playa porque el agua mojaba toda la arena.
Subimos por la calle General de Gaulle hasta Rocher du Basta, un peñón separado de la costa pero unido por un bonito puente de piedra desde el que hacer muy buenas fotos de la playa de Biarritz y del puerto de pescadores. Nos gustaron mucho las vistas y también poder subirnos al peñón y disfrutar de la inmensidad del océano desde arriba.
Nuestra siguiente parada fue la cripta de Santa Eugenia, una increíble iglesia gótica que destaca entre la arquitectura de los alrededores. Con inmensas vidrieras y una imponente torre, quisimos entrar para verla por dentro, pero se encontraba de obras por remodelación.
Con las luces del atardecer bajamos al puerto de los pescadores, muy concurrido y con muchas terrazas de bares. El buen ambiente y los pequeños barcos anclados al puerto le daban un aspecto mágico al lugar y nos gustó tanto que luego volveríamos.
Puerto de los pescadores de Biarritz
Vistas desde Rocher de la Vierge
Subimos por el camino de Port des Pécheurs hasta Cloche du Plateau de l'Atalaye, un mirador con una estructura donde antiguamente colgaba una campana y que ahora es un punto idóneo para tomar fotos. Sin embargo nos pareció que a lo largo de la costa hay bastantes lugares con panorámicas muchos mejores.
Como por ejemplo, nuestra siguiente parada, la Rocher de la Vierge. Un cabo que se adentra en el Atlántico y con una imagen de una Virgen, puesta ahí por los pescadores para que los protegiese de los peligros del mar. Nada más entrar en el pasaje se puede ver a lo lejos Villa Belza. También hay un marco de piedra que permite tomar increíbles fotos con el faro y toda la ciudad de fondo. Seguimos caminando hasta el final del pasaje donde pudimos disfrutar de uno de los mejores atardeceres del viaje.
Cuando apenas había luz, visitamos la playa de Port Vieux, una encantadora y pequeña cala rodeada de bares. Desde allí subimos hasta villa Belza y estuvimos callejeando entre la Rue Mazagan y la Rue Gambetta, bastante ambientadas a esas horas, hasta llegar a la plaza de Saint-Eugéne, donde había música en directo.
Al pasar por el puerto de los pescadores no sólo habíamos visto un ambiente muy animado, sino unos restaurantes que olían genial y con unos platos que te conquistaban nada más verlos. Así que volvimos para cenar allí. Los restaurantes más concurridos son sin duda los mejores y que más recomendamos: Casa Juan Pedro y restaurante Le Corsaire, donde comimos un arroz y unos calamares espectaculares.
Vistas de la Grand Plage de Biarritz
Como nos alojábamos en Bidart, cerca de Biarritz, pero lo suficientemente lejos como para estar más tranquilos, decidí aprovechar la mañana para salir a correr por el camino que une el centro de Bidart con Biarrtiz, pasando también por la playa principal hasta llegar al hotel du Palace.
Si te gusta correr, pasear o caminar, por la mañanas es un paseo muy agradable y tranquilo que te permite tener unas panorámicas increíbles de la costa continuamente.
Lo mejor fueron sin duda los tramos que se hacen a pie de playa. Sentía el impacto del agua y el viento y hacían la experiencia más auténtica.
Después de volver y descansar, nos dirigimos de vuelta a Biarritz para terminar de visitar algunos puntos que nos habían quedado por ver, como pasear tranquilamente por la Rue Gambetta y visitar la playa de Port Vieux de día, cuando está más concurrida y tiene más encanto. Volvimos a cruzar por du Marechal Leclerc y bajamos otra vez hasta la playa para tener una última panorámica de Biarritz.
Cogimos el coche de vuelta a Bidart. Sólo la habíamos visitado una noche, en la que paseamos por sus calles, y queríamos conocer los puntos más relevantes de día.
Paseamos hasta la plaza Saveaur Atchoarena, plaza principal. Visitamos el impresionante frontón que hay en la misma y descansamos en uno de los bancos que hay en la plaza, para disfrutar de la panorámica que hay de los alrededores. También llegamos a la Iglesia de Notre-Dame de l'Assomption. Aunque estaba cerrada y no pudimos ver su interior, sí que paseamos alrededor de su fachada y su pequeño campanario.
Plaza Saveaur Atchoarena de Bidart
Panorámica desde el mirador Table d'orientation
Hicimos parada obligatoria en la boulangerie Maison Dourthe, en la que probar Gatheau Basque y un pastel de Biarritz.
Para terminar nuestra visita por Bidart, bajamos hasta Table d'orientation Bidart, un pequeño mirador con vistas espectaculares del océano, del entorno natural y de la enorme playa de l'Uhabia. Subimos hasta la capilla de Saint-Madeleine, pintoresco y pequeño templo en la cima de una colina con espectaculares vistas del océano. Finalmente visitamos el memorial de la segunda guerra mundial antes de coger el coche para nuestra siguiente parada: Guéthary.
Aunque no estaba en nuestros planes iniciales, nos habían recomendado Guéthary como un destino breve pero que merecía la pena.
Este pequeño pueblo costero es conocido por su tradición pesquera, por sus casas con arquitectura típicamente vasca, su tranquilidad y su entorno natural incomparable. Así que decidimos hacer una parada y conocerlo.
En primer lugar visitamos Jeteé des Alcyons, su paseo marítimo, muy tranquilo y desde el que poder ver a gente haciendo surf. Caminamos hasta su pintoresco puerto con una pequeña playa en uno de los laterales. Tuvimos la suerte de que el día que fuimos eran las fiestas populares y estaba bastante concurrido, con una banda de música tocando en vivo y varias barras sirviendo comida y bebida. Disfrutamos del pintoresco puerto, con pequeños barcos anclados a la orilla, pero lo mejor fue el ambiente alegre y festivo.
Puerto pesquero de Guéthary
Paseo por las calles de Guéthary
Subimos por chem de la Plague hasta un pequeño mirador, justo encima del restaurante Hétéroclito, donde hicimos parada obligatoria para disfrutar de las vistas. Desde allí podíamos incluso ver Rocher de la Vierge, de Biarritz.
Aprovechando el buen ambiente que había estuvimos paseando por el centro de la localidad, disfrutando de sus pequeñas calles con casas de arquitectura vasca y restaurantes pintorescos. Nos Gustó mucho poder visitarla y conocer su puerto.
Finalmente nos dirigimos hacia San Juan de Luz, última parada del día. Como estaba atardeciendo, dejamos el coche en la zona norte y paseamos tranquilamente hasta llegar a la punta de Santa Bárbara. En lo alto de esta colina se encuentra una pequeña capilla y se tiene una panorámica increíble de San Juan de Luz, de Cibourne y de sus playas, así como de los acantilados que la rodean. Un paseo bastante agradable con espectaculares vistas. Aunque sin duda, la joya de la corona fue poder ver el atardecer desde lo alto de la colina, disfrutando de cómo se difuminaban las últimas luces del día en el océano.
Y aunque no estaba entre nuestros planes, decidimos parar en Le Spot, un restaurante con muy buenas vistas de San Juan de Luz y donde pudimos degustar algunos platos franceses de temporada que nos encantaron.
Panorámica de San Juan de Luz desde la Punta de Santa Bárbara
Atardecer desde la Punta de Santa Bárbara
Después de escuchar a mucha gente hablar de San Juan de Luz, teníamos muchas ganas de visitar este pintoresco pueblo costero y de ver sus playas repletas de surfistas y sus calles repletas de edificios con arquitectura vasca.
El día comenzó visitando la Rua Gambetta, calle principal de la localidad. Tuvimos la suerte de que muchas tiendas habían puesto mesas fuera de los locales con productos y ropa de temporada y la calle estaba bastante ambientada.
Nos encantó poder disfrutar de los edificios bastante bonitos y coloridos y poder ver la calle con tanta gente. Hicimos parada obligatoria en dos de las tiendas más típicas de la región: Etxe Peio para comestibles y Marcel para postales e imanes.
Paseo por la Rua Gambetta
Nuestro paseo por la Rue Gambetta nos llevó hasta la Iglesia de San Juan Bautista, uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad. Siendo un claro ejemplo de arquitectura religiosa vasca, merece mucho la pena entrar en su interior y disfrutar del retablo cuidadosamente elaborado, de los graderíos laterales, que nunca había visto antes en una iglesia, y de la maqueta de barco que se encuentra en mitad del templo. Un lugar lleno de espiritualidad y calma que nos encantó conocer.
Nada más salir, nos dirigimos a la plaza de Ferdinand Foch, que se encontraba con bastante gente bailando música tradicional o tomando algo en las terrazas de alrededor.
Nuestra siguiente parada fue el mercado Les Halles de San Juan de Luz. Al mediodía cierran muchos de los puestos y como queríamos verlo en su máximo esplendor, hay que pasarse pronto. Merece mucho la pena pasearse entre los distintos puestos de su interior, así como ver los locales y tiendas del exterior. Ver los productos de temporada y conocer los puestos más emblemáticos es una manera que nos encanta de conocer y descubrir una ciudad.
Interior de la Iglesia de San Juan Bautista
Mercado de San Juan de Luz
Nada más salir del mercado, nos dirigimos hacia la Plaza de Luis XIV dónde se encuentran algunos puntos históricos e importantes de la ciudad. Visitamos por fuera la casa de Luis XIV, lugar donde vivió este rey cuando se casó con la infanta María Teresa de España.
Paseamos alrededor del quiosco de música, justo en el centro de la plaza, hasta el punto con nuestras vistas favoritas: El puerto de San Juan de Luz. Nos encantó poder tomar fotos desde ese spot increíble con la Iglesia de San Vicente de Cibourne de fondo y con el agua repleta de pequeños barcos. Un lugar único en el que pasamos bastante tiempo disfrutando de las vistas.
Antes de continuar visitamos la Maison de l'Infante, otro edificio histórico de la ciudad con una fachada espectacular a base de ladrillo rojo y balcones de piedra.
Y como hacía buen tiempo, decidimos subir por la Rue de la République hasta la inmensa playa de San Juan de Luz.
Decidimos pasear por su enorme extensión de arena fina y nos sorprendimos de la inmensa cantidad de gente haciendo surf y windsurf. Las pintorescas tiendas de colores que hay por toda la playa y las espectaculares vistas de toda la bahía, incluyendo las del Fuerte de Socoa y de la Punta de Santa Bárbara, fueron lo mejor de toda la playa
Aprovechamos para darnos un baño en las frías aguas del Atlántico antes de seguir descubriendo San Juan de Luz.
Puerto de San Juan de Luz
Playa de San Juan de Luz
Se nos hizo algo tarde a la hora de comer y no pudimos probar dos de los restaurantes que más nos habían recomendado: Le Kaskarot y Alma. Pero tuvimos suerte y pudimos ir a Chéz Gedeon, un restaurante donde pudimos probar productos locales y de temporada en platos de gastronomía francesa típica. Un local que nos encantó y que sin duda recomendamos.
Durante el resto de la tarde aprovechamos para degustar algunos de nuestros postres favoritos de toda la región: los macarrons de Maison Adam, algo diferentes a los dulces de colores que estamos acostumbrados a ver y las dunes Blanches, que habíamos probado en Arcachon, pero nos gustaron tanto que quisimos repetir.
Estuvimos callejeando entre las pintorescas casas hasta llegar al casino de la ciudad, que nos decepcionó bastante porque tiene mucho menos encanto que el resto de los que habíamos visitado. El resto de la tarde la pasamos paseando tranquilamente y disfrutando de la ciudad mientras llovía.
Panorámica de Hondarribia y el Bidasoa desde Hendaya
Queríamos aprovechar nuestro último día de roadtrip visitando por la mañana Hendaya, ciudad que se encuentra justo en la frontera entre Francia y España y con mucha historia.
Decidimos hacer el trayecto hasta Hendaya siguiendo el camino de la costa y fue una decisión más que acertada. Por una parte porque pudimos atravesar Cibourne y callejear entre sus bonitas calles y poder ver el Fuerte de Socoa y la pequeña playa de Cibourne.
Y por otra parte, hacer el camino de la costa nos permitió parar en un mirador en mitad de la cornisa vasca y disfrutar de unas espectaculares panorámicas de los acantilados de alrededor y del océano. Un camino rodeado por exuberante naturaleza y con vistas increíbles del Atlántico.
Nuestra segunda parada del día fue el castillo-observatorio de Abbadie, mi parada favorita del día. Este impresionante castillo, fue propiedad de Antoine d'Abbadie, un personaje bastante curioso de la historia, con un pasado científico y explorador y que construyó en el castillo un observatorio astronómico. El castillo estaba repleto de símbolos de sus viajes, como animales exóticos e inscripciones en múltiples lenguas. Nos encantó poder pasear también en los jardines de alrededor y conseguir panorámicas impresionantes de Hendaya y los acantilados cercanos. Una visita imprescindible si visitas Hendaya.
Nos dirigimos al centro de la ciudad y paseamos por toda la bahía, a lo largo de un camino bastante bien cuidado y desde el que se tienen vistas muy buenas del Bidasoa y de Hondarribia, justo a la otra orilla.
Aprovechamos el paseo para conocer el centro de la localidad, visitando la Iglesia de Saint-Vicent, con una rica decoración interior, así como el Ayuntamiento y la plaza de la République. El día que visitamos Hendaya había un pequeño mercadillo en la plaza central y aprovechamos para visitar los puestos.
Castillo - observatorio de Abbadie
Playa de Hendaya, con los peñones de los dos hermanos al fondo
Desde el centro caminamos al mirador Rue du Port, donde descansamos con las vistas de Hondarribia y el Bidasoa. Volvimos paseando por el paseo de la bahía hasta llegar al casino de Hendaya, otro de los imprescindibles de la ciudad, con una rica fachada y con varias terrazas alrededor.
Seguimos paseando por el paseo marítimo, disfrutando de la enorme extensión de la playa y de las vistas de los peñones de los dos hermanos, formaciones rocosas que se encuentran al final de la playa. El agua estaba llena de gente practicando surf y otros deportes de vela.
Antes de terminar nuestra visita por Hendaya, tuvimos la oportunidad de conocer la Iglesia de Santa Ana. Pequeño templo que merece la pena conocer si se visita la playa.